Valor es una cualidad real o ideal, deseada o deseable por su bondad, cuya fuerza orienta la vida humana… Es todo aquello que no nos deja indiferentes, que necesitamos y deseamos porque nos conviene bien en algún sentido…
Los valores son múltiples (económicos, vitales, intelectuales, estéticos, morales…), pero tengamos en cuenta que ninguna educación humana es posible sin un planteamiento objetivo y fundado de los valores. Es decir, si no podemos diferenciar entre lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, etc., si estas distinciones fueran sólo fruto de una opinión subjetiva, de los gustos individuales, etc., nadie tendría derecho a educar, porque ninguna educación podría ser orientada objetivamente, ni legítimamente promulgada.
El hombre debe aceptar un orden de valores por medio de una elección consciente y libre dentro de su cultura. Es necesario fomentar en los individuos actitudes sociales que preparen determinados tipos de comportamiento. Y para lograr una convivencia positiva y pacífica son necesarios ciertos requisitos morales en las personas (una moral humanista, basada en la dignidad de la persona y que promueva el respeto a la misma).
El padre tiene que fomentar una adecuada adhesión al sistema de valores que crea necesario para la estructuración del grupo familiar. Esto no quiere decir que el hijo, en un momento dado no haga una crítica a todo lo que le transmita el padre, ya que hay momentos en que esta crítica será necesaria para la elaboración de lo que después será su filosofía de vida.
Debe transmitir una jerarquía de valores que regule la maduración personal del hijo, distinguiendo lo que es esencial de lo que es accidental. Sea cual sea el patrimonio cultural que tenga el padre, recibido de su educación anterior, debe aceptar un pluralismo en el enfoque de todo ello.
La tarea educativa del padre consiste en fomentar el intercambio de valores de otros contextos educativos o culturales sin dogmatismos y sin cerrarse ante las aportaciones de otros ambientes.
Una exigencia de la función paterna es que el padre tiene que adquirir la capacidad de acomodarse; de acomodación, que no significa que tenga que olvidar o abandonar sus propios esquemas, sino tener una postura flexible, que facilite la aproximación, el entendimiento, la asimilación y la integración de otras aportaciones al grupo familiar.
El padre debe colaborar con el hijo, debe transmitirle un conjunto de valores de referencia sobre los que el hijo pueda hacer su propia selección, cuando llegue el momento; y debe colaborar con el hijo en el sentido de que el hijo debe participar en esta elección y jerarquización de los valores.
Los valores son múltiples (económicos, vitales, intelectuales, estéticos, morales…), pero tengamos en cuenta que ninguna educación humana es posible sin un planteamiento objetivo y fundado de los valores. Es decir, si no podemos diferenciar entre lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, etc., si estas distinciones fueran sólo fruto de una opinión subjetiva, de los gustos individuales, etc., nadie tendría derecho a educar, porque ninguna educación podría ser orientada objetivamente, ni legítimamente promulgada.
El hombre debe aceptar un orden de valores por medio de una elección consciente y libre dentro de su cultura. Es necesario fomentar en los individuos actitudes sociales que preparen determinados tipos de comportamiento. Y para lograr una convivencia positiva y pacífica son necesarios ciertos requisitos morales en las personas (una moral humanista, basada en la dignidad de la persona y que promueva el respeto a la misma).
El padre tiene que fomentar una adecuada adhesión al sistema de valores que crea necesario para la estructuración del grupo familiar. Esto no quiere decir que el hijo, en un momento dado no haga una crítica a todo lo que le transmita el padre, ya que hay momentos en que esta crítica será necesaria para la elaboración de lo que después será su filosofía de vida.
Debe transmitir una jerarquía de valores que regule la maduración personal del hijo, distinguiendo lo que es esencial de lo que es accidental. Sea cual sea el patrimonio cultural que tenga el padre, recibido de su educación anterior, debe aceptar un pluralismo en el enfoque de todo ello.
La tarea educativa del padre consiste en fomentar el intercambio de valores de otros contextos educativos o culturales sin dogmatismos y sin cerrarse ante las aportaciones de otros ambientes.
Una exigencia de la función paterna es que el padre tiene que adquirir la capacidad de acomodarse; de acomodación, que no significa que tenga que olvidar o abandonar sus propios esquemas, sino tener una postura flexible, que facilite la aproximación, el entendimiento, la asimilación y la integración de otras aportaciones al grupo familiar.
El padre debe colaborar con el hijo, debe transmitirle un conjunto de valores de referencia sobre los que el hijo pueda hacer su propia selección, cuando llegue el momento; y debe colaborar con el hijo en el sentido de que el hijo debe participar en esta elección y jerarquización de los valores.
OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN EN VALORES:
Conocerse y aceptarse a sí mismos y a los demás;
Respetarse y valorarse a sí mismos y a los demás;
Madurar el proceso de valoración;
Tomar libremente decisiones;
Mejorar las relaciones interpersonales;
Descubrir el propio sistema de valores;
Comportarse de acuerdo;
Comunicarse abierta y sinceramente sobre sus valores.
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