AUTORIDAD Y DISCIPLINA

Dependiendo del tipo de autoridad y disciplina que haya en la familia, se provocará un tipo u otro de personalidad en el hijo, influyendo muchísimo. Por ejemplo y muy resumidamente:

Ø El autoritarismo estable (tipo totalitario)
Produce personalidades conformistas, con creatividad y subdesarrollo cognitivo atrofiados, con pobreza de léxico, resistencia al cambio, débil identidad personal…

Ø El autoritarismo inestable (oposición a la sociedad, de forma reactiva y hostil, tanto a los otros como a las instituciones; castiga unas veces y otras premia por lo mismo…)
Aparece un “yo” como negación del otro y por la vía del enfrentamiento. La autonomía significa una necesidad de defenderse de los ataques exteriores. Las actitudes del niño serán negativas. El hijo descubre su autonomía frente a la del padre y no con él.

Ø La sobreprotección (el niño consigue lo que desea sin necesidad de luchar por ello)
El niño no logra una autonomía responsable. Tiene sentimientos de inferioridad e inseguridad. Se ve privado de lo competitivo porque todo le viene resuelto. Con esta actitud se eliminan la iniciativa y la responsabilidad.

Ø Con una autoridad adecuada se consigue que el niño:
Vaya alcanzando una autonomía responsable. Desarrolle una actitud positiva ante los obstáculos y frustraciones. Sea responsable, seguro de sí mismo. Esté motivado para el estudio, para el juego, para la comunicación, etc.

El tipo de autoridad lleva consigo un tipo de DISCIPLINA. Podemos distinguir 5 tipos de disciplina (también muy resumidamente):

Ø CAPRICHOSA
Cuando hay periodos de ternura normal seguidos de otros de rigidez o excesiva indulgencia.

Ø INDIFERENTE
Cuando los padres no se preocupan del hijo, ni le dirigen palabras de aprobación o de represión.

Ø RÍGIDA-SEVERA
Cuando los padres se exceden en correcciones, prohibiciones o castigos.

Ø INDULGENTE
Cuando hay tendencia a aceptar y aprobar todo lo que hace el hijo.

Ø EQUILIBRADA Y MADURA
Cuando la ternura necesaria va acompañada de una actitud firme y preocupada por la formación.


En una familia es necesario que exista una adecuada autoridad y es necesario que exista una adecuada disciplina. Los niños necesitan ser educados. Si no fomentamos esto desde casa, es muy difícil que el niño no tenga problemas en la escuela o/e instituto, tanto con sus compañeros como con sus maestros y profesores. Los niños deben llegar a la escuela educados para poder aprovechar ese tiempo de enseñanza-aprendizaje. Y deben llegar sabiendo respetarse a sí mismos y a los demás.

La disciplina que se crea en el ambiente familiar es muy importante. Pero por otra parte, lo más importante en la disciplina es la firmeza del padre (y madre), de la que dependerá el desarrollo adecuado de un comportamiento equilibrado, coherente y estable.

Pero es necesario distinguir lo que es la FIRMEZA de lo que normalmente suele atribuirse a la RIGIDEZ o cierta DUREZA en la imposición de pautas disciplinares, ya que no tienen nada que ver, pero se suelen confundir mucho. Ser firme no es ser rígido ni duro, sino convencido de que lo que se transmite al niño es algo coherente y no ambivalente. Además la firmeza debe ir siempre acompañada de un componente afectivo.

Los hijos aceptan la firmeza, es más, la necesitan y la esperan. Lo que no aceptan son las rigideces e intransigencias, el autoritarismo, el totalitarismo, el “porque lo digo yo y punto”… ni los niños ni nadie medianamente sano.

La firmeza crea hábitos bien organizados; la rigidez desencadena en cambio, reacciones negativas en el hijo, así como agresividad por la frustración que genera, por no hablar de problemas de autoestima, negativismo, inadecuada comunicación…

Muchos estudios demuestran que tras un adolescente maduro desde el punto de vista moral (¡que los hay!) hay un padre afectuoso, comprometido con el hijo y de “gran estatura moral”.

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