La felicidad o bienestar subjetivo, existe y no es más que una forma positiva de valorar la vida en su conjunto.
Los factores más o menos estables causantes de felicidad pueden ser la familia, el trabajo, los amigos y relaciones sociales, la salud, el tiempo libre, los ingresos económicos, la congruencia entre lo que se desea y lo que se tiene, etc. Y aparte de los factores estables hay desencadenantes como los éxitos, los logros, las comparaciones favorables y cosas así.
Más que una emoción aguda puede decirse que es un estado de humor, porque no es fugaz como el placer o la alegría, sino que es más o menos estable en el tiempo. Se relaciona con cosas positivas como sensaciones de bienestar, con estar contento, con la alegría, con el placer, con la capacidad de disfrute, etc. sin embargo, a diferencia de aquellas, no excluye la posibilidad de momentos de pena, dolor, lucha o conflicto (una persona feliz puede sentir pena, dolor, rabia, etc. sin dejar en el fondo de ser feliz).
En pocas palabras la felicidad aparece cuando crees que estas haciendo progresos hacia tus objetivos; cuando estas contento con lo que tienes más que triste por lo que no tienes, porque lo cierto es que no hay mejor forma de sentir felicidad que experimentando emociones agradables. Y los obstáculos que más la dificultan son la frustración y la insatisfacción crónica.
Es muy difícil proponer una fórmula para ser feliz, pero lo que sí se puede hacer es cambiar la forma de tomar la vida para lograrlo. Hay que pasar de “hacer lo que uno quiere” a “querer lo que uno hace”; hay que aprender a apreciar lo que se tiene, por poco que sea. Se trata de aprovechar la energía psíquica en la dirección justa, para que no se derroche en el aburrimiento y en la preocupación. Y para no caer en el aburrimiento es importante que a medida que desarrolles tus habilidades aumentes también el nivel de tus retos (que te lo pongas cada vez un poquito más difícil), porque no se puede disfrutar haciendo lo mismo y al mismo nivel durante mucho tiempo; uno acaba aburriéndose. Pero cuidado, tampoco hay que proponerse retos demasiado altos, porque si el desafío es superior a la habilidad, aparecerá ansiedad y ni la ansiedad ni el aburrimiento son experiencias agradables. Y no olvidemos que el disfrute (en cualquier actividad, ya sea de ocio o de trabajo) no depende de lo que se haga, sino sobre todo de cómo se haga.
Los factores más o menos estables causantes de felicidad pueden ser la familia, el trabajo, los amigos y relaciones sociales, la salud, el tiempo libre, los ingresos económicos, la congruencia entre lo que se desea y lo que se tiene, etc. Y aparte de los factores estables hay desencadenantes como los éxitos, los logros, las comparaciones favorables y cosas así.
Más que una emoción aguda puede decirse que es un estado de humor, porque no es fugaz como el placer o la alegría, sino que es más o menos estable en el tiempo. Se relaciona con cosas positivas como sensaciones de bienestar, con estar contento, con la alegría, con el placer, con la capacidad de disfrute, etc. sin embargo, a diferencia de aquellas, no excluye la posibilidad de momentos de pena, dolor, lucha o conflicto (una persona feliz puede sentir pena, dolor, rabia, etc. sin dejar en el fondo de ser feliz).
En pocas palabras la felicidad aparece cuando crees que estas haciendo progresos hacia tus objetivos; cuando estas contento con lo que tienes más que triste por lo que no tienes, porque lo cierto es que no hay mejor forma de sentir felicidad que experimentando emociones agradables. Y los obstáculos que más la dificultan son la frustración y la insatisfacción crónica.
Es muy difícil proponer una fórmula para ser feliz, pero lo que sí se puede hacer es cambiar la forma de tomar la vida para lograrlo. Hay que pasar de “hacer lo que uno quiere” a “querer lo que uno hace”; hay que aprender a apreciar lo que se tiene, por poco que sea. Se trata de aprovechar la energía psíquica en la dirección justa, para que no se derroche en el aburrimiento y en la preocupación. Y para no caer en el aburrimiento es importante que a medida que desarrolles tus habilidades aumentes también el nivel de tus retos (que te lo pongas cada vez un poquito más difícil), porque no se puede disfrutar haciendo lo mismo y al mismo nivel durante mucho tiempo; uno acaba aburriéndose. Pero cuidado, tampoco hay que proponerse retos demasiado altos, porque si el desafío es superior a la habilidad, aparecerá ansiedad y ni la ansiedad ni el aburrimiento son experiencias agradables. Y no olvidemos que el disfrute (en cualquier actividad, ya sea de ocio o de trabajo) no depende de lo que se haga, sino sobre todo de cómo se haga.
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