Los videojuegos son los juegos que se desarrollan delante de una pantalla o monitor. Se trata de programas informáticos, creados para el entretenimiento, que se basan en la interacción entre una o más personas y un aparato electrónico, que puede ser un ordenador, una videoconsola, un sistema arcade, un teléfono celular, etc.
En los videojuegos se recrean entornos y situaciones virtuales en los que el jugador controla a uno o varios personajes o elementos de ese entorno, para conseguir uno o varios objetivos por medio de unas reglas determinadas. Se trata de juegos que hace unos años no se podían ni imaginar y que ahora son la pura realidad; juegos que no deben ser comparados con los que teníamos treinta años atrás, porque las cosas han cambiado mucho, los avances tecnológicos son rápidos y constantes y el mundo del juguete y del entretenimiento se debe adaptar a tales cambios. Además, debemos tener en cuenta que también nosotros (incluso los más fervientes críticos de este tipo de entretenimiento), de haber tenido estos juegos durante nuestra infancia, hubiéramos jugado con ellos sin duda.
El niño puede empezar a interesarse por estos “nuevos juegos” desde edades muy tempranas, ya que ejercen un poder de atracción enorme y no requieren grandes conocimientos previos ni una especial capacidad intelectual, sino simplemente son necesarias unas habilidades psicomotrices generales, que además se van mejorando progresivamente con la práctica, y cierta persistencia en las actividades propuestas, lo cual es bastante positivo para los jóvenes, que se habitúan a persistir en el esfuerzo hasta lograr las metas. Además con estos juegos el chico controla las acciones de unos personajes fantásticos, a veces sus propios ídolos, en situaciones muchas veces extremas que en la vida real no se dan y mediante imágenes, colores y músicas atractivas para ellos.
En principio, no hay que impedir al niño que juegue y se familiarice con estas nuevas tecnologías, porque son su presente y son su futuro; con mandos, ondas y pantallas se desenvolverá en su vida personal y profesional, por lo que nada de malo hay en que vaya adquiriendo experiencia en ellos y comprendiendo su funcionamiento y sus posibilidades. Mientras el niño juega va aprendiendo un lenguaje específico formado por simbologías, escenarios, técnicas, trucos, etc. y mientras va logrando objetivos, su autoestima suele aumentar, incluso contrariamente a lo que parece a simple vista, puede aumentar el reconocimiento social por parte de sus amigos y compañeros con intereses comunes. Esto provoca una satisfacción que, como veremos más adelante, podría bastar para explicar la supuesta capacidad de “adicción” de los videojuegos.
El problema principal es conseguir un suficiente autocontrol en el comportamiento del niño, que le permita no obsesionarse con estos juegos tan atractivos para ellos y saber repartir su tiempo de ocio entre varias actividades y no sólo una.
Por su parte los padres deben conseguir tener una autoridad suficiente como para proponer las reglas adecuadas en el hogar y que sean cumplidas. No hay que olvidar que para que el niño tenga una PSP, por ejemplo, nosotros tenemos que comprársela. En este sentido deberíamos ser capaces de esperar hasta que veamos que el niño ha adquirido tal autocontrol que le capacite para jugar sin obsesionarse y hasta que comprobemos que es capaz de comprender las normas que debe cumplir para que se le permita jugar las horas pactadas, porque también tenemos que tener claro que cuando el niño ya tiene el juego, nosotros somos quienes tenemos que permitirle jugar o no, con cuáles juegos y durante cuánto tiempo.
En cuanto a este último punto, las horas que pase el niño ante los videojuegos deberían pactarse con él, aunque el niño sea pequeño, de este modo facilitaremos mucho su cumplimiento. Por otra parte podemos aprovechar la gran atracción que este tipo de juego ejerce, para utilizarlo como refuerzo de su conducta (recompensa), o como castigo, no dejándole jugar si no se porta como debería, siempre bajo previo aviso, ya que el simple hecho de avisarle de las posibles consecuencias que para él y para los demás tendrá su conducta, junto a la firmeza de los padres al cumplir su palabra, es el mejor modo de que el niño aprenda a comportarse adecuadamente.
No conviene, por lo tanto, prohibirle jugar sin más, sino que tendremos que hacer un trato con él sobre los días y las horas que podrá jugar, siempre que cumpla con una condición que también se pactará con él (comer bien, hacer deberes, no gritar…). Si él cumple con sus demás responsabilidades nada hay de malo en que juegue con estos aparatos, por supuesto refiriéndonos a juegos adecuados a su edad y durante periodos de tiempo prudenciales. Desde el momento en que acepte el trato (si no se llega a un acuerdo se guarda el juego y no se permite su uso), ya estamos haciendo que practique su capacidad de autocontrol y de responsabilizarse de su conducta, pero para ello no debemos dejar de implicarnos y de preocuparnos de que esas reglas se cumplan, ya que si por ejemplo le decimos, que si no recoge sus juguetes no juega con la consola, y sin embargo él se pone a jugar sin hacer caso y nosotros se lo permitimos... el niño sólo esta aprendiendo a desobedecernos, y como se sale con la suya, volverá a hacerlo en otras ocasiones.
¿Cuánto tiempo puede jugar? Sobre el tiempo que pueden pasar los niños con los videojuegos, cada padre debe proponer sus normas, y repito, deben implicarse activamente para que se cumplan. Hay que saber que en realidad no existen efectos negativos sobre el comportamiento, derivados directamente del uso de estos juegos, siempre que se respeten ciertas reglas, como por ejemplo, que debe mantenerse cierta distancia con la pantalla, que se debe descansar cada dos horas, cuál es la postura adecuada para jugar, cuál es la edad aconsejada para cada juego, etc. Estas normas deben ser cumplidas y para poder hacerlo, nosotros los adultos tenemos que mantenernos informados, interesarnos y leer las explicaciones que en cada envoltorio del juego se incluyen, sobre todo teniendo en cuenta que muchos padres, no tenemos ni idea de cómo se usa y se juega a estos videojuegos, razón de más para enterarnos bien de su contenido, si queremos poder evitar, por ejemplo, los muy agresivos, si queremos saber la edad para la que está recomendado, y por supuesto para dar buen ejemplo a quienes de nosotros aprenden, porque si el niño ve que los padres no cumplen las normas y que ni siquiera se molestan en leerlas, ¿por qué se supone que debería hacerlo él?...
Otros temas que preocupan a los padres sobre el uso de los videojuegos suelen ser los efectos en la socialización del niño por el aislamiento social que se supone causan, la posible adicción, la violencia de algunos juegos, la pasividad, el retraso escolar, etc. Lo primero a tener en cuenta es que, como ya hemos visto, todos estos problemas aparecerán si no se controla el uso del juego con normas apropiadas, mientras que no se darán en un ambiente adecuado.
Los posibles problemas de aislamiento social que se dice que estos juegos provocan en los niños, no son tan reales; muy por el contrario, al niño le gusta jugar con los amigos y utilizar los juegos de ordenador, videoconsolas, etc. en equipo, intercambiando trucos y juegos, compitiendo entre ellos, etc., en definitiva se divierte mucho más en compañía, por lo que el problema real aquí sería el disponer o no de esa compañía. Otro caso muy diferente sería el del niño que ya se siente aislado, generalmente por problemas en su autoestima o por algún tipo de discapacidad y se vuelca con los videojuegos, pero estamos hablando de otro problema.
En cuanto a la adicción, jugar con videojuegos no es una actividad que genere comportamientos ludópatas, simplemente porque no se pueden comparar a los juegos de apuestas que sí causan tal adicción. Es cierto que hay niños que “se enganchan” al videojuego, pero no más de lo que se puedan enganchar a la televisión, al fútbol o a cualquier cosa que les divierta y en la que sientan que son “competentes”. Para evitar esto lo mejor es poner horarios concretos para cada actividad (tanto para la TV como para los videojuegos) y molestarse en que se cumplan mediante premios o castigando su incumplimiento. Por otra parte no debemos confundir la “adicción pasajera” o entusiasmo que causa cualquier actividad placentera nueva, que al principio gusta mucho y casi obsesiona, pero que a medida que pasa el tiempo va perdiendo su atractivo inicial. Entonces el tiempo que el niño dedica al videojuego debería ir disminuyendo progresivamente y no al contrario. Otro asunto es cuando el jugador tiene ya un problema psicológico previo y puede llegar a encerrarse en el mundo del videojuego desconectando poco a poco de todo lo demás, pero al igual que lo que comentábamos antes sobre los problemas de aislamiento, esto pasa en sujetos ya afectados por algún tipo de desequilibrio y no se produce en el chico sano.
Tengamos en cuenta que el videojuego es para el niño una gran fuente de satisfacción, por lo que los padres y educadores debemos preocuparnos de que el niño obtenga satisfacción en otros muchos contextos. El niño debe estar motivado para hacer cosas, debe tener intereses y debe sentir satisfacción por todo ello; normalmente tal satisfacción surge de la competencia o “saber hacer” o bien de la admiración por parte de los otros. Es muy fácil hacer que el niño disfrute haciendo cosas, y por consiguiente que se interese por ellas y vaya perfeccionándolas con la práctica; simplemente hay que estar ahí para animarlo y para hacerle saber que lo está haciendo bien, aunque su realización no sea todo lo perfecta que nos gustaría; recordar que a la excelencia solo se llega a través de la experiencia (de la práctica), y si el niño no siente un mínimo de satisfacción al realizar algo, no se interesará en practicarlo. El secreto del gran poder adictivo de los videojuegos es básicamente este, que provoca gran diversión, que cada éxito del niño se premia y esto resulta muy satisfactorio, por ello el niño quiere seguir jugando e ir perfeccionando su técnica de juego y si por él fuera, seguramente podría estar todo el día jugando. Si el niño tiene pocas fuentes de satisfacción es muy lógico que el videojuego pueda generar en él cierta adicción, mientras que si tiene múltiples fuentes de satisfacción tal adicción será normal, es decir, se limitará al atractivo que tiene el juego cuando es nuevo.
Es cierto que la violencia de algunos juegos provoca un aumento de comportamientos agresivos en los niños, pero no más de lo que lo hace nuestra querida televisión, por ejemplo, o incluso el comportamiento agresivo de los padres (principales modelos de comportamiento de los hijos).
Hay varios estudios que demuestran que los contenidos violentos de los videojuegos y de la televisión provocan exactamente los mismos efectos, por ello no tiene ningún sentido seleccionar y controlar el contenido de estos juegos, si a la vez no se controla el contenido de los programas de televisión que se dejan ver al niño (y viceversa) y lo mismo puede decirse del tiempo que el niño dedica a ellos. Pensemos por ejemplo que la observación de telediarios proporciona muchos más ejemplos de violencia, agresividad y comportamientos indeseables que los videojuegos, pero además (y esto es lo peor) con el valor añadido de que lo que el niño está contemplando no es ficción como en el caso del videojuego, sino pura realidad.
Si muchos de los efectos más temidos de los videojuegos son los mismos que se pueden producir ante la televisión, veamos, por tanto, unos consejos para evitar que su uso se convierta en un problema. Son muy sencillos y se pueden resumir en tres simples puntos:
-controlar el tiempo de su uso
-seleccionar la programación que pueden o no ver los niños
-y fomentar una actitud crítica.
Los dos primeros puntos son fácilmente comprensibles. El tercero, muy importante, implica sobre todo ver la televisión con los niños, porque el estar con el niño mientras mira un programa, comentando su contenido con él, será suficiente para fomentar en él una actitud crítica muy positiva, y para enseñarle a reflexionar sobre lo que ve, a opinar sobre el mensaje que se le está transmitiendo, y a pensar sobre la veracidad o no del mismo. Hay que enseñar a los niños a pensar, y por supuesto deben tener muy claro que no deben aceptar como cierto todo lo que vean en la televisión; deben tener claro que en la televisión se dicen muchas mentiras, muchas falsedades, muchas tonterías, muchos hechos imaginarios, muchos montajes, etc. que el niño tiene que aprender a distinguir de la realidad, y esto puede resultarle muy complicado si está solo. La televisión, como los videojuegos, pueden ser medios muy educativos o muy antieducativos, dependerá del uso que hagamos de ellos.
-controlar el tiempo de su uso
-seleccionar la programación que pueden o no ver los niños
-y fomentar una actitud crítica.
Los dos primeros puntos son fácilmente comprensibles. El tercero, muy importante, implica sobre todo ver la televisión con los niños, porque el estar con el niño mientras mira un programa, comentando su contenido con él, será suficiente para fomentar en él una actitud crítica muy positiva, y para enseñarle a reflexionar sobre lo que ve, a opinar sobre el mensaje que se le está transmitiendo, y a pensar sobre la veracidad o no del mismo. Hay que enseñar a los niños a pensar, y por supuesto deben tener muy claro que no deben aceptar como cierto todo lo que vean en la televisión; deben tener claro que en la televisión se dicen muchas mentiras, muchas falsedades, muchas tonterías, muchos hechos imaginarios, muchos montajes, etc. que el niño tiene que aprender a distinguir de la realidad, y esto puede resultarle muy complicado si está solo. La televisión, como los videojuegos, pueden ser medios muy educativos o muy antieducativos, dependerá del uso que hagamos de ellos.
La fantasía en el niño es inmensa y la función de los padres es la de enseñarle qué es realidad y qué es imaginación, pero nunca eliminándola, sino permitiendo su existencia y expresión al mismo tiempo que se le demuestra la diferencia con lo real. Los adultos debemos comprender que para el niño puede ser complicado comprender qué es real y qué no lo es, sobre todo cuando pueden ver, oír, casi tocar, tales fantasías, aunque solo sea a través de una pantalla. Hoy en día todo el mundo sabe básicamente cómo funciona el mundo del cine, la televisión y los videojuegos, y hay que explicarlo concienzudamente a los niños, con todas las demostraciones prácticas posibles, por ejemplo puede ser muy útil ver documentales en los que se explica cómo se hizo una película de ficción... o grabar con una cámara secuencias y montarlas con los niños formando una película, etc., todo lo que sea necesario para que el niño comprenda que no todo lo que ve en una pantalla es necesariamente realidad.
Pero no todo son similitudes entre los videojuegos y la televisión; aunque no lo parezca, muchas veces los primeros pueden presentar varias ventajas didácticas.
Algunas diferencias entre jugar a un videojuego o ver un programa en la televisión pueden referirse a que la televisión suele dejar poca iniciativa al espectador, quien se sienta delante y pasivamente observa y al máximo analiza lo que se le propone, mientras que el videojuego es siempre un reto para el jugador, quien, además de observar y analizar, se convierte en un protagonista que tiene que asimilar y retener información, realizar razonamientos tanto inductivos como deductivos, aplicar estrategias cognitivas organizadamente, desarrollar y practicar habilidades psicomotrices y toda una serie de competencias para afrontar los problemas que se van sucediendo ante él y ante los que tiene que ir tomando decisiones en cada momento.
El jugar con videojuegos no implica tampoco que el niño vaya a obtener peores resultados escolares, por el contrario, puede servirnos para potenciarlos, utilizando una adecuada combinación de premios y castigos como ya se viene diciendo, es decir, también puede servir para incentivar el estudio. Por otra parte con estos juegos también se puede trabajar la psicomotricidad fina y gruesa, la atención, la memoria, la coordinación, etc. Otros aspectos negativos tienen que ver con el tiempo que se pasa frente a este tipo de juegos, su cercanía, su postura durante el juego, etc., efectos que de nuevo se comparten con los que se producen frente a la televisión, el ordenador o cualquier aparato con pantalla.
Ciertamente existen influencias negativas de muchos videojuegos, pero no todos son antieducativos, todo hay que decirlo. Es cierto que algunos tipos representan muchas veces los peores estereotipos sociales (sexismo, machismo, competitividad, agresividad, frialdad...), porque su objetivo principal suele ser el de competir con otros, abatirlos y triunfar sobre ellos, ganar en la lucha, en la velocidad, utilizar armas, etc. Otros muchos juegos invitan a romper las reglas sociales básicas, incitando a robar, pegar, romper objetos de la calle, pasar semáforos en rojo si no los ve la policía, matar, etc. y representan un ideal machista y agresivo de hombre como un ser musculoso, fuerte, sin temor ni remordimiento alguno, etc., sin hablar de la figura de la mujer, representada normalmente como más débil, indefensa, que da la impresión de que si el niño la elige como personaje para jugar, estará condenado a perder... por otra parte todas estas cosas se pueden sugerir también mientras se lee un libro, se ve una película o incluso se escucha una canción… la diferencia primordial está en el hecho de que mediante el videojuego el niño se convierte en el protagonista y es él quien decide qué, cómo, cuándo o dónde hacerlo, lo cual no tiene por qué ser negativo siempre que el niño comprenda bien que sólo se trata de un juego y que en la vida real las cosas funcionan regladas por otras normas.
Por supuesto no hay que bajar la guardia; hay que tener mucho cuidado con los juegos que permitimos utilizar a los hijos porque realmente son instrumentos importantes que influyen en su socialización. Además hay que tener en cuenta que, aunque controlemos el tiempo que pasa frente al videojuego, la mayoría de ellos ofrecen más de trescientas horas de juego hasta llegar al final, es decir, se puede equiparar ese tiempo al tiempo que se pasa en la escuela, y por supuesto suele ser superior al que pasan dialogando con los padres…
Para facilitar la elección de los videojuegos, lo primero a tener en cuenta por parte de los padres es la edad para la que está recomendado, porque aunque nos pueda parecer una tontería, el contenido del juego puede influir mucho psicológicamente en la personalidad del niño, igual que puede influir una película.
Es cierto que hay padres que erróneamente piensan que si su hijo pequeño juega a juegos pensados para más mayores, se espabilará antes, pero esto no es más que una tontería, que puede tener graves consecuencias; es como el que le quiere dar un alimento a un bebé cuando su cuerpo aún no está preparado para digerirlo creando en el niño una alergia para toda la vida… Cada cosa llega a su tiempo y si se tiene que esperar se debe esperar.
Cuanto más mayor sea el hijo, más complicado suele ser para los padres el controlar el tipo de juegos que usa, porque está claro que, sobre todo cuando llega a cierta edad, si quiere jugar a uno de ellos lo hará, se lo prohibamos o no (bien porque se lo compra él con su paga, o porque juegue en casa de los amigos, etc.). Por ello lo mejor es crear en el chico un sentido crítico suficiente, para saber qué le conviene y qué no tanto, inculcarle que existen unas normas básicas que deben ser cumplidas para que todo funcione adecuadamente e intentar que aprenda a utilizar su tiempo de ocio de una manera positiva, autotélica, con sentido en sí misma, porque el ocio es una parte importante de la vida, a la que todas las personas tienen derecho y que es susceptible de educación. La educación del ocio se ocupará de que las personas sean capaces de obtener los máximos beneficios de sus experiencias de ocio, lo que no es una cuestión de azar, sino resultado de la educación personal. Hay que cultivar intereses y destrezas relacionadas con el ocio a todas las edades.
Por último hablemos también de los aspectos positivos que pueden tener los videojuegos. Ya decíamos al principio que no se puede apartar al niño de lo que va a ser su realidad de vida y ciertamente las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, la informática, las ondas y las pantallas lo son.
Respecto a las variables cognitivas o del conocimiento, hay investigaciones que demuestran que los videojuegos facilitan el desarrollo de las habilidades espaciales, de la coordinación viso-motora (ojo-mano), de los reflejos, de la rapidez de reacción, etc. Por otra parte también existen en el mercado videojuegos que son muy educativos, ayudando al niño a practicar la comprensión lectora, la atención, la memoria, el cálculo y reforzando aprendizajes escolares; quizás parezcan menos atractivos para los niños, pero todo dependerá de cómo se los presentemos.
Vemos que los videojuegos son un grupo más de los actuales medios de comunicación de masa, como lo son también la televisión, la prensa, las revistas, los libros, el cine, Internet, etc., medios que aportan distracción, diversión, y también ciertos tipos de aprendizajes, sobre todo si el niño cuenta con una adecuada orientación al respecto. Como todo, este tipo de diversión puede tener tanto efectos positivos como negativos, los cuales dependerán en último término, del propio niño, del tipo de juego y del entorno familiar (confianza, comunicación, afectividad, autoridad, disciplina, normas…).
Gloria Martí Cholbi (Pedagoga)
3 comentarios:
Cuanta información, me quitas un peso de encima y me aclaras un montón de cosas. Yo soy muy callejera y lo que no le faltan a mis hijos son horas de parque y de estar con los amigos, el mayor (casi 7 años) tiene una energia desbordante y el mismo entusiasmo que le pone a un partido de futbol, se lo pone al cole, a leer tebeos de mortadelo o a la tv y los videojuegos. Pero a estos dos últimos yo les tengo declarada la guerra y los utilizo como tu dices como castigo habitualmente. Mato dos pájaros de un tiro: no esta delante de la pantalla y se arrincona cabreado con sus tebeos que para mi además de pasatiempo son una forma de que adquiera un hábito insustituible (esto no se lo digo). Y constantemente me pregunta por las cosas que existen de verdad y las que son fruto de la imaginación y yo no sé que decirle: ¿las hadas existen? pues hombre si en tu imaginación, ¿pero existen ademas de verdad?, ¿viven en los troncos de los árboles y se les puede pedir deseos? y a esto como le voy a decir que no, si hasta a mi me gusta creer que si existen ellas y todos los seres que poblaron mi mundo cuando era niña.
El papel de los padres es muchas veces frustrante, yo que siempre he sido muy fantasiosa me tuve que apresurar y repetirle cien veces que Superman no era de verdad y que no hay nadie que pueda volar, si no es en avión,porque temía al verlo tan entusiasmado que un dia se me echase a volar. ¿Es imprescindible nuestro realismo para los niños?, ¿necesitan que les digamos que es verdad y que no? ¿con toda su crudeza? Supongo que mientras lo puedan entender no hay que engañarles pero que podemos permitirnos un poco de fantasia, gracias Gloria por compartir tu trabajo y experiencia.
Gracias txoni. Yo personalmente aconsejo no engañar nunca a los niños. Hay muchas maneras de decir las cosas sin que por ello tengamos que desilusionarlos.
Un saludo.
Gloria.
no sirvio
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