La pérdida de peso no depende sólo de la fuerza de voluntad. Las personas estamos programadas para mantener un peso determinado que se sitúa dentro de un intervalo y dentro de este intervalo el peso puede variar, pero es muy difícil que se sitúe por encima o por debajo del mismo mucho tiempo.
Una serie de defensas metabólicas tienden a mantener el peso estable a pesar de los cambios en la dieta. Entonces las personas que están a dieta aprovechan mucho mejor la energía de los alimentos de manera que la pérdida de peso es menor de lo que se podría esperar y es por eso que una ración normal de comida puede hacer engordar a estas personas. Del mismo modo las personas sobrealimentadas aprovechan mucho menos la energía de los alimentos, de manera que aumentan de peso hasta un punto, pero después el peso permanece estable, por lo que la ganancia de peso es inferior a la esperada.
La mayoría de las personas estamos entonces programadas para estar en el peso promedio, el cual, es sin duda superior al ideal social (que es el que debería corregirse), sin embargo las mujeres, sobre todo, se esfuerzan por llegar a este ideal al cual no se ajustan naturalmente. Pero las personas que están programadas para un peso normal e intentan perder peso, recuperan ese peso perdido poco después y por mucho que atribuyan su fracaso a su fuerza de voluntad y se depriman, en realidad es un problema de biología.
En las personas con sobrepeso la pérdida es fácil de lograr al principio, pero tienen mucha dificultad para seguir perdiendo peso y mantener la pérdida (las estadísticas dicen que de cada 100 personas con sobrepeso y que lo pierden, sólo 5 consiguen mantener la pérdida durante año, por lo que el 95 % recuperan el peso perdido), podríamos decir que es imposible que el 95 % de las personas tenga un problema de falta de voluntad.
Luego hay personas a las que les cuesta mucho esfuerzo hacer una dieta o que ven muy difícil alcanzar esa delgadez que tanto desean y entonces emplean métodos más drásticos y peligrosos, como el vómito autoinducido, el abuso de laxantes y diuréticos o el ejercicio extremo, con las consecuencias para la salud y el estado de ánimo que todo ello conlleva.
Otro resultado de las dietas son los atracones. Cuanta más dieta más lucha el cuerpo contra ella, lo que provoca episodios de voracidad para evitar que la persona pierda más peso que el programado genéticamente. Pensémoslo, si la restricción alimentaria no viniera seguida de atracones, las especies no hubieran podido sobrevivir.
La dietas repetidas aumentan la facilidad para engordar, por lo que o se hace una dieta para siempre o mejor no empezarla.
Entonces la dieta repetida aumenta la facilidad para engordar porque el cuerpo se habitúa a pasar con menos alimentos de manera que el índice metabólico disminuye (la cantidad de energía necesaria para las funciones metabólicas básicas) y si se aumenta la ingesta se engorda, aunque se siga comiendo menos que las demás personas, básicamente porque el cuerpo tiende a acumular las grasas para cuando se produzcan nuevos periodos de escasez.
Pero ¿por qué tal insatisfacción por el peso y la línea? porque se han ido interiorizando unas normas culturales sobre el atractivo, basándose en un estándar que es la ausencia de grasa, curvas, cuerpo tubular, caderas estrechas, etc. en el caso de las mujeres y para los hombres cuerpo musculoso, ancho de espaldas, estrecho de caderas, cuadrado, alto, etc.
Por otra parte hoy en día el ideal de belleza pone el énfasis en la delgadez, pero en otras épocas lo bonito y deseable era la obesidad, el ideal actual se considera entonces atractivo hoy pero el problema es que cae dentro de lo que se considera infrapeso, es decir, es un ideal que está por debajo de lo que se considera un peso normal desde el punto de vista médico (según los estudios las modelos presentan un infrapeso del 13 al 19 %) lo que significa que este ideal no es saludable y que de forma natural sólo algunas personas se ajustan a él, teniendo el resto (sobre un 80 %) que recurrir a dietas y otras historias.
Esta claro que si tomamos este ideal como criterio de comparación muchas personas se verán gordas (personas que entran dentro del peso normal), sin embargo no es el ideal cultural el que define (o el que debería definir) la obesidad o la delgadez, sino el ideal médico. A éste es al que deberíamos hacer caso. En este sentido el ideal de belleza masculino propuesto por la sociedad se acerca mucho más a los ideales médicos que el de las mujeres. Los hombres están mucho más satisfechos con su apariencia y el porcentaje de los que hacen dietas es mucho menor. Además en muchísimos estudios se ha comprobado que los hombres prefieren mujeres de peso normal y con curvas cuando se les pide que elijan las siluetas que más les gusten y se comprueba que las mujeres eligen siluetas más delgadas que los hombres.
¿Cómo se ha desarrollado esta preocupación por el peso?
Básicamente las personas internalizan el ideal de belleza que propone la sociedad y modifican su cuerpo para ajustarlo al mismo. Al mismo tiempo la sociedad refuerza estos cambios y recompensa a quienes se ajustan a ese ideal y castiga psicológicamente a los que no se ajustan al mismo. Por ejemplo hoy en día se estigmatiza la obesidad, considerando a los obesos perezosos, sin voluntad, descuidados…; los medios de comunicación transmiten continuamente mensajes que promueven directa o indirectamente la pérdida de peso (anuncios de productos light, artículos sobre dietas, fotos de modelos…); la autoestima de las mujeres depende mucho del atractivo físico, mientras que la de los hombres depende de otras cosas como la fuerza, porque la sociedad recompensa a las mujeres por su atractivo físico y a los hombres por esas otras cosas; etc.
Entre las motivaciones psicológicas de la dieta, muchas personas (sobre todo mujeres) piensan que si pierden peso serán más aceptadas y admiradas y piensan que así pueden compensar su baja autoestima y sus sentimientos de inferioridad. Esto tampoco es del todo falso, pero el problema empieza cuando estas mujeres con baja autoestima creen que el adelgazar va a resolver sus problemas de personalidad, porque tarde o temprano se dan cuenta de que estos problemas no se resuelven de este modo. De hecho, las que pierden más peso (mujeres con un trastorno alimentario) son extremadamente infelices y sus problemas psicológicos no sólo no se resuelven, sino que empeoran. Podemos ver aquí lo desaconsejables que son las dietas para perder peso y que solamente tendremos que hacerlas si nos la aconseja y es seguida por un médico y por causa de amenaza para la salud.
Es cierto que es muy fácil echar la culpa a la sociedad y muy difícil modificar los ideales sociales deficientes, sobre todo porque la sociedad somos todos. Los medios de comunicación NO son los únicos que fomentan el deseo de estar delgados y la insatisfacción corporal (todas las personas están expuestas a los medios de comunicación y no todas están insatisfechas con su apariencia). Hay otros factores ambientales que generan esta insatisfacción como la propia familia (padres y hermanos), los compañeros de clase y los amigos.
Los familiares también han aprendido las normas sociales del peso y la línea y pueden confirmar nuestras sospechas o insatisfacciones; muchas personas con insatisfacción corporal han tenido incidentes con miembros de su familia que han alimentado o confirmado sus preocupaciones, por ejemplo, una persona que ha recibido burlas de sus hermanos, que le llaman bola de grasa, jamona, gordo… o también la madre que puede recordar a la hija que se va a hacer obesa, o el padre que hace comentarios sobre los cambios corporales que se sufren en la pubertad y adolescencia (comentarios considerados normalmente inofensivos o bromas pero que resultan muy peligrosos para la autoestima del adolescente), etc. Estos comentarios pueden haber sido bienintencionados sin duda, pero dañan la imagen corporal de esa persona. Lo mismo ocurre con los comentarios de compañeros y amigos de la infancia y adolescencia, porque las diferencias físicas entre las personas a estas edades (un desarrollo físico temprano o tardío, ser demasiado alto o bajo, pasar por un periodo de gordura…) son rápidamente percibidas y provocan comentarios.
Una serie de defensas metabólicas tienden a mantener el peso estable a pesar de los cambios en la dieta. Entonces las personas que están a dieta aprovechan mucho mejor la energía de los alimentos de manera que la pérdida de peso es menor de lo que se podría esperar y es por eso que una ración normal de comida puede hacer engordar a estas personas. Del mismo modo las personas sobrealimentadas aprovechan mucho menos la energía de los alimentos, de manera que aumentan de peso hasta un punto, pero después el peso permanece estable, por lo que la ganancia de peso es inferior a la esperada.
La mayoría de las personas estamos entonces programadas para estar en el peso promedio, el cual, es sin duda superior al ideal social (que es el que debería corregirse), sin embargo las mujeres, sobre todo, se esfuerzan por llegar a este ideal al cual no se ajustan naturalmente. Pero las personas que están programadas para un peso normal e intentan perder peso, recuperan ese peso perdido poco después y por mucho que atribuyan su fracaso a su fuerza de voluntad y se depriman, en realidad es un problema de biología.
En las personas con sobrepeso la pérdida es fácil de lograr al principio, pero tienen mucha dificultad para seguir perdiendo peso y mantener la pérdida (las estadísticas dicen que de cada 100 personas con sobrepeso y que lo pierden, sólo 5 consiguen mantener la pérdida durante año, por lo que el 95 % recuperan el peso perdido), podríamos decir que es imposible que el 95 % de las personas tenga un problema de falta de voluntad.
Luego hay personas a las que les cuesta mucho esfuerzo hacer una dieta o que ven muy difícil alcanzar esa delgadez que tanto desean y entonces emplean métodos más drásticos y peligrosos, como el vómito autoinducido, el abuso de laxantes y diuréticos o el ejercicio extremo, con las consecuencias para la salud y el estado de ánimo que todo ello conlleva.
Otro resultado de las dietas son los atracones. Cuanta más dieta más lucha el cuerpo contra ella, lo que provoca episodios de voracidad para evitar que la persona pierda más peso que el programado genéticamente. Pensémoslo, si la restricción alimentaria no viniera seguida de atracones, las especies no hubieran podido sobrevivir.
La dietas repetidas aumentan la facilidad para engordar, por lo que o se hace una dieta para siempre o mejor no empezarla.
Entonces la dieta repetida aumenta la facilidad para engordar porque el cuerpo se habitúa a pasar con menos alimentos de manera que el índice metabólico disminuye (la cantidad de energía necesaria para las funciones metabólicas básicas) y si se aumenta la ingesta se engorda, aunque se siga comiendo menos que las demás personas, básicamente porque el cuerpo tiende a acumular las grasas para cuando se produzcan nuevos periodos de escasez.
Pero ¿por qué tal insatisfacción por el peso y la línea? porque se han ido interiorizando unas normas culturales sobre el atractivo, basándose en un estándar que es la ausencia de grasa, curvas, cuerpo tubular, caderas estrechas, etc. en el caso de las mujeres y para los hombres cuerpo musculoso, ancho de espaldas, estrecho de caderas, cuadrado, alto, etc.
Por otra parte hoy en día el ideal de belleza pone el énfasis en la delgadez, pero en otras épocas lo bonito y deseable era la obesidad, el ideal actual se considera entonces atractivo hoy pero el problema es que cae dentro de lo que se considera infrapeso, es decir, es un ideal que está por debajo de lo que se considera un peso normal desde el punto de vista médico (según los estudios las modelos presentan un infrapeso del 13 al 19 %) lo que significa que este ideal no es saludable y que de forma natural sólo algunas personas se ajustan a él, teniendo el resto (sobre un 80 %) que recurrir a dietas y otras historias.
Esta claro que si tomamos este ideal como criterio de comparación muchas personas se verán gordas (personas que entran dentro del peso normal), sin embargo no es el ideal cultural el que define (o el que debería definir) la obesidad o la delgadez, sino el ideal médico. A éste es al que deberíamos hacer caso. En este sentido el ideal de belleza masculino propuesto por la sociedad se acerca mucho más a los ideales médicos que el de las mujeres. Los hombres están mucho más satisfechos con su apariencia y el porcentaje de los que hacen dietas es mucho menor. Además en muchísimos estudios se ha comprobado que los hombres prefieren mujeres de peso normal y con curvas cuando se les pide que elijan las siluetas que más les gusten y se comprueba que las mujeres eligen siluetas más delgadas que los hombres.
¿Cómo se ha desarrollado esta preocupación por el peso?
Básicamente las personas internalizan el ideal de belleza que propone la sociedad y modifican su cuerpo para ajustarlo al mismo. Al mismo tiempo la sociedad refuerza estos cambios y recompensa a quienes se ajustan a ese ideal y castiga psicológicamente a los que no se ajustan al mismo. Por ejemplo hoy en día se estigmatiza la obesidad, considerando a los obesos perezosos, sin voluntad, descuidados…; los medios de comunicación transmiten continuamente mensajes que promueven directa o indirectamente la pérdida de peso (anuncios de productos light, artículos sobre dietas, fotos de modelos…); la autoestima de las mujeres depende mucho del atractivo físico, mientras que la de los hombres depende de otras cosas como la fuerza, porque la sociedad recompensa a las mujeres por su atractivo físico y a los hombres por esas otras cosas; etc.
Entre las motivaciones psicológicas de la dieta, muchas personas (sobre todo mujeres) piensan que si pierden peso serán más aceptadas y admiradas y piensan que así pueden compensar su baja autoestima y sus sentimientos de inferioridad. Esto tampoco es del todo falso, pero el problema empieza cuando estas mujeres con baja autoestima creen que el adelgazar va a resolver sus problemas de personalidad, porque tarde o temprano se dan cuenta de que estos problemas no se resuelven de este modo. De hecho, las que pierden más peso (mujeres con un trastorno alimentario) son extremadamente infelices y sus problemas psicológicos no sólo no se resuelven, sino que empeoran. Podemos ver aquí lo desaconsejables que son las dietas para perder peso y que solamente tendremos que hacerlas si nos la aconseja y es seguida por un médico y por causa de amenaza para la salud.
Es cierto que es muy fácil echar la culpa a la sociedad y muy difícil modificar los ideales sociales deficientes, sobre todo porque la sociedad somos todos. Los medios de comunicación NO son los únicos que fomentan el deseo de estar delgados y la insatisfacción corporal (todas las personas están expuestas a los medios de comunicación y no todas están insatisfechas con su apariencia). Hay otros factores ambientales que generan esta insatisfacción como la propia familia (padres y hermanos), los compañeros de clase y los amigos.
Los familiares también han aprendido las normas sociales del peso y la línea y pueden confirmar nuestras sospechas o insatisfacciones; muchas personas con insatisfacción corporal han tenido incidentes con miembros de su familia que han alimentado o confirmado sus preocupaciones, por ejemplo, una persona que ha recibido burlas de sus hermanos, que le llaman bola de grasa, jamona, gordo… o también la madre que puede recordar a la hija que se va a hacer obesa, o el padre que hace comentarios sobre los cambios corporales que se sufren en la pubertad y adolescencia (comentarios considerados normalmente inofensivos o bromas pero que resultan muy peligrosos para la autoestima del adolescente), etc. Estos comentarios pueden haber sido bienintencionados sin duda, pero dañan la imagen corporal de esa persona. Lo mismo ocurre con los comentarios de compañeros y amigos de la infancia y adolescencia, porque las diferencias físicas entre las personas a estas edades (un desarrollo físico temprano o tardío, ser demasiado alto o bajo, pasar por un periodo de gordura…) son rápidamente percibidas y provocan comentarios.
Si no queremos estropear el metabolismo de tal forma que al final lleguemos a engordar pasando hambre, hay que plantearse muy en serio que si se decide hacer una dieta, ésta debe ser seguida siempre; no vale hacer dieta antes del verano y luego en invierno abusar de la comida, pensando que el año que viene ya nos pondremos de nuevo a dieta, porque así lo único que conseguiremos es que nuestro cuerpo cada vez necesite menos cantidad de comida para engordar. Y no olvidemos la necesidad de consultar con el médico y seguir sus consejos dietéticos, porque no todas las personas somos iguales, no todas las personas tenemos las mismas necesidades y no todas las personas reaccionaremos igual a idénticos tratamientos.
Un consejo final: comer un poco de todo, durante las horas destinadas a ello, no abusando de ningún alimento en particular y realizando ejercicio físico adecuado para quemar las calorías sobrantes y mantener el cuerpo equilibrado. Ser realistas y no proponerse retos inalcanzables e intentar gustarse a sí mismo (es la mejor manera de gustar a los demás) y tener muy en cuenta que el exceso de estrés "engorda".
Un consejo final: comer un poco de todo, durante las horas destinadas a ello, no abusando de ningún alimento en particular y realizando ejercicio físico adecuado para quemar las calorías sobrantes y mantener el cuerpo equilibrado. Ser realistas y no proponerse retos inalcanzables e intentar gustarse a sí mismo (es la mejor manera de gustar a los demás) y tener muy en cuenta que el exceso de estrés "engorda".
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